Nunca había estado tanto tiempo en Buenos Aires. Mi recién estrenado trabajo me "obliga" a hacer unas paradas temporales en la ciudad. Y yo, agradecida.
Se suele decir que los paraguayos somos envidiosos de su estatus cosmopolita, no sé qué dirán mis compatriotas, pero me yo me asumo una envidiosa total. Baires es uno de esos lugares de donde uno no quisiera regresar. Pero no voy a describir sus virtudes por demás conocidas. Sólo quiero comentar un personaje único que conocí en una de esas vueltas...
Lo que me gusta de este tipo de ciudades es el espacio y la licencia para encontrar seres únicos, personas que viven su vida como la sienten, que se pierden en la multitud pero se reafirman a si mismos marcando una diferencia. Gente que es como se le da la gana ser.
Y este "ser" es un taxista que conduce el taxi más singular en el que viajé jamás. Cuesta encontrar íconos asi, sobre todo cuando el medio es tan homogeneizante. Pero Mario - asi se llama este señor-, está más allá de eso y no le importa mostrar quien es..., tiene a su taxi totalmente tuneado por dentro, al principio estar alli intimida un poco porque podés encontrar colgando desde chupetes, aros, hasta estampitas de santos desconocidos. Hay como 500 objetos distintos y cada uno tiene una historia, una más loca que la otra.
Mario me cuenta que más de una vez alguna señora se ha bajado a los 100 metros temerosa de la decoración, otras veces le han llamado la atención y le han pedido más decoro, otras veces se ha encontrado con gente que lo sintoniza y contribuye al tuning. A él le divierte y le reafirma. "La vida es tan gris, porqué no darle onda", dice.
Asi es Mario, de acuerdo.
Si van a Baires búsquenlo que da vueltas por Recoleta, valdrá la pena hacer el viaje y guardar el recuerdo de alguien que se atreve a ser singular.